El artista expone en la galería Bambara de Cartagena 'De profundis': cuadros que son «ventanas por donde se asoma la conciencia del ser».

image

Ciudadanos y miradas. Y un cierto aire de tristeza. Compleja tristeza, nada fácil de interpretar. Nos miran y les miramos. Cruce de perplejidades. Paco Ñíguez (Cartagena, 1959) muestra, hasta el 30 de abril, De profundis en la galería Bambara de Cartagena. Una colección de miradas. Náufragos de lo cotidiano. Una obra, explica Mara Mira en el catálogo de la muestra, con una «sorprendente vitalidad de lo visionario».

image

- ¿Es usted un coleccionista de miradas?

- En la mirada hay una cierta intención de comunicar algo y constituye, como sabemos, todo un lenguaje. Los ojos de las figuras que represento son, más bien, ventanas por donde asoma la conciencia de ser; es la expresión de un estado existencial que es consciente también de su final. Soren Peñalver lo entiende también así cuando, tras establecer un paralelismo entre mis rostros y los retratos funerarios de El Fayyum, escribe: Enigmáticos rasgos faciales, miradas fijas en la eternidad... Me parece perfecta esa definición. - Hay mucha perplejidad en las miradas de esos personajes, pero ¿qué le deja perplejo a Paco Ñíguez?

- Me deja perplejo y me duelen muchas cosas, sobre todo, el absoluto desprecio al ser humano, a su integridad y a su dignidad; el abuso y el aniquilamiento de la población civil por parte de los estados en diferentes conflictos; la justificación de la barbarie, el conformismo, la doblegación. De profundis es el título de esta exposición. - ¿Hacia dónde nos invita a descender?

- Esta exposición está concebida desde lo profundo, desde una reflexión sobre nuestro paso por el mundo, desde el sentimiento de provisionalidad. Ha habido circunstancias dolorosas que han supuesto el sustrato de esta serie y, aunque no he querido hacer alusión directa a estos acontecimientos, sí que he dejado, de alguna manera, que el dolor destilara y se mezclara con la materia de los cuadros.

- «Detrás del sufrimiento, hay siempre sufrimiento. Al contrario que el placer, el dolor no lleva máscara», escribió Oscar Wilde en De profundis.

- Es una frase demoledora que no deja mucho sitio a la esperanza. Claro está que estas palabras fueron escritas en circunstancias muy dolorosas, cuando cumplía condena en la prisión de Reading. Lo cierto es que la expresión De profundis, que proviene de de un salmo que comienza así, De profundis clamavi (desde lo profundo grito), es un encabezamiento perfecto para una declaración hecha desde el dolor y el sufrimiento.

- «El vicio supremo es la superficialidad», también decía. ¿El arte actual peca de superficalidad?

-Creo que el cariz que va adquiriendo el arte actual se fundamenta en la absoluta convicción de que el arte no sirve para nada. No obstante este hecho no significa que no pueda ser rentable, y en este sentido es un terreno agradecido porque vale cuaquier cosa que sea ingeniosa y atractiva... o también obvia y fea... o también nada, porque la nada si la acompaña de un buen discurso filosófico-festivo puede ser algo que, además, se puede vender. De esta manera, no evoluciona ni el arte ni el pensamiento, pues ambos se han aliado con fines mercantilistas en una sociedad perfecta que valora las cosas más por lo que vale que por lo que son.También me gustaría que quedara claro que hablo de lo que hablo, y que, afortunadamente, sigue habiendo artistas que saben que el arte ha de seguir cumpliendo la función de siempre: abrir conciencias y enriquecer el espíritu.

- Se pinta para descubrir el mundo, para perfilarlo, para ahuyentar algunos fantasmas.

- Vivimos dentro de unos parámetros prefijados, condicionados por el tiempo y el espacio, también por nuestra mente que se acomoda con facilidad a lo establecido. Pero,a veces nos damos cuenta que, bajo nuestros pies y fuera de las lindes de nuestro pequeño universo, se extiende una superficie infinita, inabarcable. Es entonces cuando sentimos una especie de nostagia del centro, de ese lugar donde confluye todo, donde todo se revela y se comprende. Pintar, como realizar cualquier otra actividad artística, nos mueve a buscar ese punto en el nos sentimos verdaderamente libres.

- Hay mucho de melancolía en esas miradas, es como si hubieran perdido algo, como si estuviesen al otro lado de algo...

- Están en mi realidad, y si han perdido algo, posiblemente sea toda la carga que arrastramos aquí. En el plano de cuadro no caben el estrés ni la preocupación, hago un exorcismo de todas las cosas que nos condicionan y nos limitan. El cuadro no es un muro de lamentaciones sino un espacio para la reconciliación...

- Quizá es aquello que escribió T.S. Eliot: «El género humano no puede soportar tanta realidad».

- Efectivamente, pienso que de alguna manera nos descargamos de una parte considerable de la gran realidad, vamos a llamarla así, para crear una realidad paralela que nos permita funcionar día a día sin agobios. Esa parte de realidad de la que prescindimos, es semejante a un monstruo multiforme que puede irrumpir en nuestras templadas vidas a través de la conciencia y acabar con nuestra estabilidad.

- ¿Es necesario cierto misterio en la pintura, en la vida?

- Sí, desde luego. El misterio en una obra de arte es algo muy sutíl, que no se ve pero que está implícito; es algo que, más allá de lo representado, activa nuestra conciencia y nos hace plantearnos cosas. En la vida pasa lo mismo, nuestra percepción cambia cuando, más allá de la apariencia de algo, encontramos la revelación.

- En uno de los cuadros, uno de los personajes cierra los ojos, ¿qué le ha pasado?

- No es fácil saberlo, a veces son ellos los que deciden cerrar los ojos o dar la espalda. Responde a un impulso que se corresponde con algo pero no sabes muy bien a qué. Quizá la figura esté en trance, abriendo un pasillo interior que le lleve a otro lado. Puede ser una metáfora de la transmutación, del cambio o incluso podría indicar la negación de algo... no sé, el cuadro lleva el título de Secreto abismo, pero esto no deja de ser más que una sugerencia para quién quiera aceptarla.

- ¿Qué importancia tiene el paisaje, mínimo pero selecto, que aparece en los cuadros?

- Hubo una época en la que el formato del cuadro se circunscribía casi exclusivamente a la figura, pero de un tiempo a esta parte utilizo el paisaje como escenografía, es decir, no me interesa tanto el paisaje en general como los elementos que lo componen. Por ejemplo, los árboles, las montañas, las rocas, el agua, los animales, tienen una gran carga simbólica que amplian el discurso del cuadro, sobre todo, a nivel de influencia del entorno en los personajes. Además en esta exposición, el paisaje adquiere una dimensión aún mayor, pues viene a reforzar la idea de cambio,de evolución, de paso de un estado a otro.

- Podemos intuir que hay un esfuerzo casi ascético y estético por recurrir efectivamente a lo esencial, escribe Mara Mira. ¿Está de acuerdo?

- Desde el punto de vista estético-formal, sí. Me gusta que al final quede en el cuadro sólo aquello que participa de forma directa en el discurso. En mis cuadros no hay grandes estridencias, trato de concebir un clima neutro donde reinen el silencio y la calma, todo lo más se puede escuchar un pálpito, un latido, o algún color puede perfumar el aire. Hay a quien le inquieta mi obra, y es normal, porque está desprovista de ruido, de acción, de tensión, que es todo aquello a lo que estamos acostumbrados. Por otra parte, no me considero esencialista en el terreno de las ideas; es decir, no pretendo llegar a una conclusión con mi trabajo, más bien, mi planteamiento es existencialista y por tanto, sólo persigo completarme con la conciencia de que cada cuadro es tan sólo un trozito infinitesimal de mí mismo.

- ¿Podríamos hablar de un espacio mental en estos cuadros?

- Sí, mis cuadros reflejan una realidad mental, que a veces, en los resultados, se confunde con lo onírico. A Frida Kalho le molestaba bastante que la consideraran una pintora surrealista por lo solía decir: No soy surrealista, yo no pinto sueños: pinto mi realidad. Quien conozca la obra de Frida se dará cuenta de que traduce su experiencia vital y nos cuenta su existencia.

- ¿El color es un lenguaje, un estado de ánimo?

- Por supuesto, el color influye en nuestro estado de ánimo, y en el caso de los pintores, también ocurre al revés, que nuestro estado de ánimo nos predispone a usar una determinada paleta. Resulta revelador observar cómo el espíritu del pintor queda reflejado en el cuadro por medio del color. Podemos hablar, por ejemplo, de la gélida frialdad de algunos cuadros de Munch, del apego a la tierra que se evidencia en los paisajes de Cèzanne, de las templadas gamas de Balthus o los dramáticos contrastes de Bacon.

Fisgoneado en La Verdad.

This entry was posted on 4/23/2009 and is filed under , , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.