026D7LORP1_1 Amparo

Amparo Martínez Vivancos nació en el seno de una familia acomodada de El Esparragal y tras su boda se mudó a La Vereda de la Cueva, donde aún reside. Su vida ha sido la de un ama de casa normal, en el corazón de la huerta murciana, con la singularidad de su pasión por la lectura. Hace meses que Amparo cumplió noventa años y sigue totalmente lúcida, apuntando vivencias y recuerdos en un cuarderno por si alguna vez le falla la memoria. Es una mujer autodidacta, con grandes inquietudes culturales, una mente muy abierta y abocada a volar de su entorno mediante las historias de los libros. Suele anotar las frases y pensamientos que le gustan, para luego añadirle los suyos propios. Es su forma de soñar y de vivir otras vidas más allá del bancal y el limonero. Viuda desde muy joven, escribe cartas al que fue su esposo. Le cuenta los acontecimientos familiares, sus sentimientos, y cómo todavía le echa de menos. En una de ellas le dice: «Te fuiste sin ruido y el eco de tu voz aún resuena en mi silencio».

- ¿Cómo se despertó su afición por la lectura?

- De pequeña me llevaron con mis abuelos maternos para que no estuvieran solos. Tenían muchos libros. Mi abuela me enseñó a leer porque ya estaba perdiendo la vista y le gustaba que le leyera novelas. Me enseñó la entonación y las pausas. Así me enganché a los libros.

- ¿No iba a la escuela?

- Por entonces no había escuela en El Esparragal. Precisamente mi tía abuela Carmen, 'La vivanca', gestionó la primera escuela del pueblo, aunque para ello tuvo que donar una casa para que pudieran vivir los maestros y dar las clases. Los primeros maestros que vinieron se llamaban Máxima Iborra y José Velasco. Todavía los recuerdo. Aunque como era usual por entonces, fui sólo hasta los diez años o así.

- ¿Por qué se iba tan poco al colegio entonces?

- Generalmente teníamos que ayudar en las casas. En mi familia, como la situación era buena, apenas tuve que colaborar en cebar el gusano de la seda u otras tareas propias de la huerta. Era costumbre que, según las hermanas mayores se iban casando, las pequeñas nos fuéramos con ellas para ayudarlas en la crianza del primer hijo. Yo me fui con mis dos hermanas mayores.

- ¿Qué añora de la vida tradicional de la huerta?

- Nada. La vida de la gente de entonces era terrible. Afortunadamente se ha mejorado muchísimo. Ya no se pasan tantas calamidades. Las viviendas de atobas o barracas que se levantaban los pobres en terreno de nadie eran insalubres y se las llevaba la ría con frecuencia. Es una utopía toda la literatura en torno a la barraca y a la vida tradicional. No se puede añorar algo así.

- ¿Qué puede recordar de la Guerra Civil?

- Fue algo cruel que nos partió la vida a todos. Cuando leí el libro Las Trece Rosas me gustó mucho. La película no he querido verla para no volver a sufrir. La verdad de lo que pasó todavía no se ha contado al completo. He leído Los años del miedo. Ahí sí dicen bastantes verdades sobre el porqué de todo aquello.

-¿Qué libros son sus favoritos?

- El gatopardo. Cuando vi la película me gustó tanto que me compré el libro. Lo he leído varias veces, al igual que Los pilares de la Tierra. Son obras que enganchan. Ahora estoy leyendo La novia de Sengi. La crítica dice que es equiparable al Quijote, pero yo pienso que es más como el Tenorio.

-¿Se identifica con algún partido político?

-Me identifico con la justicia. Los abusos de poder y la prepotencia no los soporto.

-¿Qué opina de las nuevas costumbres?

-Me gustan todos los adelantos de la ciencia. En general hemos mejorado en todo. No tengo miedo a la muerte, pero sí a la enfermedad. Veo bien el divorcio, los trasplantes y el aborto en determinados casos.

Ojeado en La Verdad.

This entry was posted on 6/05/2008 and is filed under , , , , , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.